domingo, 18 de marzo de 2012

HITLER, ESOTERISMO Y VIAJE ETERNO



"Si cree usted que nuestro movimiento se reduce solo a un partido político... ¡Es que no ha entendido nada!".
No era la primera vez, ni sería la última, en que Hermann Rauschning, jefe nazi del gobierno de Danzig, vio a Adolf Hitler expresarse en esos crípticos términos.
Como toda historia real, esta tiene un comienzo primitivo, enigmático e inquietante allá por el invierno de 1908. En esa época, el joven Hitler vivía en Linz, un pueblo austriaco cercano a la frontera alemana. Ya desde su temprana juventud se había sentido atraído por las narraciones de las viejas leyendas alemanas. Por supuesto, las operas del compositor alemán Richard Wagner, y el grandioso universo musical que generaba, totalmente asociado a antiguas leyendas nórdicas sobre el Santo Grial y otros temas mitológicos, como el anillo de los Nibelungos, no pasaban desapercibidos para el futuro Fuhrer de Alemania, aspirante entonces a arquitecto o a pintor reconocido.
Hitler pasó mucho tiempo estudiando misticismo, astrología, hipnotismo, mitología germánica y otros aspectos del ocultismo. En 1909 había entrado en contacto con el doctor Jörg Lanz von Liebenfels, un ex monje cistercense, que dos años antes había creado un templo de la «Orden de los Nuevos Templarios» en el semiderruido castillo de Werfenstein, cercano a las riberas del Danubio. Dicho doctor, hacía ondear una bandera con una svástica, practicaba ritos mágicos y publicaba la revista Ostara, en la que hablaba sobre el ocultismo y el misticismo racial, de la cual Hitler era un fiel subscriptor.
Años más tarde, en las cartas que enviaba desde la trinchera el cabo Hitler en la primera guerra mundial, se advierte con toda claridad la creencia de que le debe la vida a un milagro, o mejor dicho, a una cadena de milagros; que los escudos le protegieron una y otra vez, que mientras la mayor parte del regimiento era sacrificada en un baño de sangre, él gozaba de la protección especial de la Providencia.
En ese sentido, es interesante una experiencia ocurrida en la primera guerra mundial que relataría a la periodista Janet Flanner. Según relataría Hitler a la periodista: "me encontraba cenando en una trinchera con varios compañeros de milicia y de pronto sucedió lo impredecible. Repentinamente apareció una voz en eco que me decía ¡levántate y vete allí!. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratase de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé unos veinte metros por la trinchera. Después me senté para seguir comiendo, con la mente otra vez tranquila. Apenas lo había hecho cuando, desde el lugar de la trinchera que acababa de abandonar, llego un destello y un estampido ensordecedor. Acababa de estallar un obús perdido en medio del grupo donde había estado sentado. Todos sus miembros murieron".
Todas estas diversas vivencias que le ocurrieron, además de su interés por lo oculto, acabaron haciendo tal mella a Hitler, que todo esto le influyó lo suficiente para acabar fundando su particular sistema político, el Nacional Socialismo, donde el esoterismo se reflejaba incluso muchas veces en la sociedad. Hasta tal punto, que muchos círculos hasta entonces secretos, se institucionalizaron como pasó con la agrupación estatal Ahnenerbe. Y muchos de los superiores de la cúpula nazi como Hess, Rosenberg, Himmler, etc., habían formado parte de sociedades iniciaticas como el grupo Thule, o bien habían estado influenciados fuertemente por el esoterismo.
La creencia en la alquimia, las runas o el péndulo radioestésico era común en los círculos de poder nazis. Pues, las creencias esotéricas de Hitler eran más que palpables, y se veían reflejadas, por ejemplo, en la importancia que le daba a asuntos místicos, tales como por ejemplo la búsqueda del Santo Grial o la Lanza De Longinos, entre muchos otros.
Por ejemplo sobre el Santo Grial comentar que Hitler, a lo largo de su mandato estuvo muy persistente con la búsqueda del mismo. Se decía que quién tuviera en sus manos dicha reliquia gozaría "de la vida eterna" y del más alto conocimiento, unas razones demasiado buenas para ser pasadas por alto por el Führer. Nos situamos en Marzo del año 1936. Otto Rahn fue el elegido para tan curiosa búsqueda. Este personaje tan misterioso como desconocido ya se había interesado mucho antes en el Santo Grial. Incluso se sabe que estuvo en España varias veces con el fin de recabar información a cerca de las tradiciones orales del cáliz. Tal era su interés que se había afincado en el pueblo de Lavelanet, situado cerca de una fortaleza cátara donde la tradición afirma que fue custodiado el Grial hasta el1244.
Otro ejemplo como la Lanza De Longinos, cabe decir que sale en la escena final de Parsifal, la última ópera de Wagner. A Hitler, le fascinaba la leyenda en que se basa esta ópera. Dicha lanza sagrada atravesó el costado de Cristo en su crucifixión, y llegó a las manos de los guerreros teutónicos, quienes la convirtieron en su talismán.
Hitler, que conocía su significado místico, consiguió obtenerla.
Durante su primera visita a la lanza la estudió con todo detalle. Medía 30 cm de longitud, y terminaba en una punta delgada, en forma de hoja; en algún momento, el filo había sido ahuecado para admitir un clavo -al parecer, uno de los usados en la crucifixión-. El clavo estaba sujeto con un hilo de oro. La lanza se había partido y las dos
partes estaban unidas por una vaina de plata; dos cruces de oro habían sido incrustadas en la base, cerca del puño.
Como dichas cuestiones esotéricas, muchas más se podrían narrar. La Astrología Nazi también fue clave durante el III Reich. El más influyente de los astrólogos de Hitler fue el suizo Karl Krafft. Al parecer sus cálculos, entre otras cosas, llevaron a decidir la fecha del misterioso viaje de Hess a Inglaterra. Además, también se trataba de descifrar mediante esta ciencia, interpretaciones de Nostradamus favorables al Nazismo, mostrando por ejemplo, que el "Hister" mencionado por el vidente francés era en realidad Hitler.
Por otro lado, el Post-Hitlerismo Esotérico (aquel posterior a la muerte de Hitler), sostiene que Hitler nunca murió en Berlín, sino que huyó y murió a una edad avanzada. Se afirma que en 1940 el Reich Alemán comenzó a trasladar un ingente número de maquinaria al Polo Sur con el objeto de construir en un continente desconocido y una estación secreta, un nuevo Berchtesgaden para el Fuhrer. En otras palabras, técnicos y científicos vaciaban "un monte entero" en la Antártida para construir un nuevo refugio completamente camuflado, en un continente más grande que Europa a 9.000 km. de África, 3.000 km. de la Tierra de Fuego en Sudamérica y 7.000 km. de Australia.

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